Revista de Acción Educativa, Nº 99
Antes teníamos miedo del bosque
Era el bosque del lobo, del ogro, de la oscuridad
Así comienza el capítulo primero del libro La ciudad de los niños de Francesco Tonucci. Ahora, el lugar de los miedos, las inseguridades, los riesgos, los peligros, los sustos, para muchos niños es la ciudad, su ciudad. El lugar en el que han nacido, en el que juegan (poco), en el que pasean (acompañados) en el que se van haciendo mayores (vigilados), entre coches, asfalto, vallas y señales de todo tipo.
¿Cómo debería ser una ciudad que tuviese en cuenta a los niños? Más ¿cómo habría que diseñar y planificar una ciudad a la medida de los pequeños? ¿Qué principios políticos deberían regir las actuaciones de munícipes y técnicos para que ese lugar permitiese crecer con seguridad, autonomía y garantía? ¿Puede la escuela ayudar y favorecer en el aprendizaje de la lectura de la ciudad y con ello aumentar la autonomía y disminuir la inseguridad? ¿Es el niño un instrumento fiable de medida para calibrar la humanidad y la bondad de una urbe?
Infinitas preguntas podríamos hacernos y trasladar a los demás. No obstante, muchas de ellas tienen una fácil respuesta en la teoría, en los discursos, en los artículos, en los libros, pero… la realidad sigue siendo terca al mostrar las enormes dificultades para el cambio. ¿Será que, a pesar de nuestras palabras, no terminamos de creernos que es posible, y que además es imprescindible nuestra lucha para conseguirlo?
Acción Educativa ha dedicado mucho tiempo a reflexionar sobre la relación de la ciudad con el medio, ha colaborado con diferentes instituciones para aproximar la ciudad (sobre todo Madrid) a sus escolares. Ha dejado a lo largo de los años escritos y experiencias que traslucían esta preocupación y a la vez ocupación.
A pesar de todo constatamos que el camino recorrido, aunque importante, es corto. Nos aprestamos de nuevo a iniciar otro reto, una nueva meta, pensar y trabajar mirando hacia La ciudad de los niños, con la seguridad de que en el camino encontraremos muchos viandantes que sin pertenecer a la escuela y sin estar trabajando en ella, piensan que colaborar en la consecución de una ciudad más humana y más a la medida de las personas es una tarea importante y a la vez bella.
A ello os convocamos, en el tema general de esta Escuela de Verano, aún desde el recuerdo hacia aquellos niños que tienen que trabajar duro bajo la atenta e implacable mirada y control de algún adulto, no pueden ir a la escuela porque no la tienen, la calle es su casa, su vida vale muy poco y están muy lejos de¡ derecho a la ciudad, porque carecen de los derechos humanos más fundamentales.