¿Deberes, si o no? Es un debate cuya respuesta no puede reducirse a blanco o negro. Actualmente no existe ningún estudio que demuestre que los deberes garantizan el éxito educativo, ni tampoco lo contrario, pero según la mayoría de los expertos los deberes en la Educación Primaria no mejoran el rendimiento de los alumnos.
Los deberes se han convertido en un tema de gran controversia y actualidad en muchos centros educativos y han provocado “alarma” social debido a la sobrecarga de los niños y niñas cuando llegan a casa. La cuestión debería girar en torno a ¿qué tipo de deberes?
En muchas ocasiones las tareas escolares provocan desigualdades sociales, ya que hay padres que pueden ayudar a sus hijos en las tareas o incluso pagar a profesores particulares y otros no. Otras veces provocan tensiones entre padres e hijos y constituyen un problema para los padres que no pueden salir antes de su trabajo.
Si el objetivo didáctico del maestro/a es repasar lo aprendido y explicado en el aula, sigue provocando desventajas. Al día siguiente de haber mandado una retahíla de ejercicios éste debería ir uno por uno explicando las tareas que no han sido entendidas para ofrecer una atención individualizada y de calidad a sus alumnos si no quiere que sus clases sirvan meramente para “corregir los deberes”. Teniendo en cuenta que las clases actuales cuentan con una ratio heterogénea de veintisiete alumnos aproximadamente y las sesiones por áreas limitan el tiempo para los aprendizajes significativos resulta inviable hacerlo.
Además el exceso de deberes en muchas ocasiones hace que se pierda el interés en la materia académica, aumenta la fatiga física y emocional, limitando el tiempo libre y las actividades extraescolares.
Así mismo, teniendo en cuenta que existen diferentes tipos de capacidades y sin olvidarnos de la célebre teoría de la inteligencias múltiples de Gardner, los deberes escolares invitarían al desarrollo de unas capacidades determinadas que muchas veces se fomentan más en los colegios como la lengua, las matemáticas y el inglés en detrimento de otras como la música y la educación artística provocando así desigualdades entre los alumnos que destaquen por otro tipo de inteligencias.
Más aberrante es aún que estos sean la continuación de la programación que el maestro/a no le ha dado tiempo a dar en su clase. No hay que obviar que actualmente la jornada de muchos niños comienza a las ocho de la mañana cuando sus padres les dejan en la actividad extraescolar de primera hora de la mañana, sin mencionar el número de horas que se les demanda que atiendan en clase y sin moverse, salen a las cuatro de la tarde, continúan con alguna otra actividad extraescolar, llegan a casa pasadas las siete de la tarde y deben enfrentarse a la ardua tarea de los deberes.
A los adultos se nos ha olvidado que los niños tienen y deben tener derecho a jugar, es básico para el desarrollo de todas sus potencialidades y un principio que recogen la mayoría de nuestras leyes educativas. No se les puede regular todo, no funcionan como los adultos y necesitan tiempo. Tiempo para disfrutar jugando, tiempo para pensar, en definitiva tiempo para ser ellos mismos.
Existe otra controversia infundada de un pensamiento más tradicionalista. Se considera que el esfuerzo debe ir acompañado de dedicarle horas y horas a las tareas escolares. Entonces ¿esfuerzo es sinónimo de deberes?
“Cuantas más cantidades de ejercicios hagas más aprenderás, mejores notas académicas sacarás y mejor trabajo tendrás en el futuro”. Falacia que no determina el futuro de nadie. Se trata de una cuestión de calidad y no de cantidad. Hacer los ejercicios adecuados no determina que el niño no se esté esforzando. Existen otros mecanismos para consolidar lo aprendido en clase el día anterior.
El trabajo en casa debe funcionar más bien como un enriquecimiento fuera del aula, como un refuerzo que tiene que impulsar y motivar al niños a despertar su curiosidad por aprender, no por mucho sobrecargar a los niños con tareas, deberes inconexos y carentes de significatividad se madurará más temprano. Cuando los niños llegan a casa con preguntas, investigan, analizan, reflexionan, crean, imaginan, leen con iniciativa, cuando disfrutan con lo que hacen,… solo así están poniendo en práctica un aprendizaje significativo que les llevará al verdadero desarrollo de sus potencialidades. Así es como de verdad los niños llegan a disfrutar y por tanto a aprender. Los buenos maestros saben crear este deseo por aprender.
Como dice AlfieKohn es su libro El mito de los deberes, “Queremos niños completos, que se desarrollen social, física y artísticamente, y que tengan también tiempo para relajarse y ser niños”.
Junta Directiva de Acción Educativa.