[Descargar documento en pdf ¿Qué es la Ciudad de los niños?]
Entre las muchas propuestas educativas relacionadas con la ciudad (Ciudades Educadoras, el Proyecto Educativo de Ciudad, la Red Local a Favor de la Infancia, etc.) quizá “La ciudad de los niños” sea la más utópica. Es también menos escolar y más municipal porque implica más a los ayuntamientos que a las escuelas.
Las niñas y los niños se convierten en el indicador ambiental que nos hará conocer cuál es la calidad de un espacio urbano para todos los ciudadanos. Si los niños y niñas son tenidos en cuenta y pueden moverse con seguridad y autonomía, seguramente podrán hacerlo igualmente todas las personas, incluidos los colectivos más desvalidos y débiles.
¿Por qué es necesaria “La ciudad de los niños”?
Porque los primeros años de la vida son fundamentales para el desarrollo cognitivo y afectivo, para la adquisición de la noción del espacio y para la configuración de la personalidad. Cada vez sabemos más de cómo se aprende, sabemos más de la infancia, conocemos que aproximadamente el 80% de lo que aprendemos lo hacemos antes de la escolaridad obligatoria y, en muchos casos, fuera de ella; y una gran parte, a través del juego sobre todo con nuestros iguales. Pero los más pequeños cada vez tienen más dificultades para jugar juntos, ¿por qué?
Porque el niño y la niña están solos en casa, pues cada vez hay más hijos únicos y más familias monoparentales.
Porque la infancia dura poco y en ella se deben vivir experiencias fundamentales que van a perdurar y a condicionar nuestra vida. “La vida del adulto, la capacidad de hacerse consciente de la posición propia en el conjunto social, dependerá, en gran medida, de la historia de su relación con la realidad que le circunda en la infancia y en la adolescencia” (B. Chiesa).
Porque la libertad de los niños en la ciudad con el paso del tiempo ha disminuido de forma drástica. Según un informe del Instituto de Estudios Políticos de Escocia, los niños del comienzo de los años noventa han perdido dos años y medio de libertad. En 1971 el 90% de los niños iban solos al colegio, en 1991 sólo van el 10%. En esas mismas fechas, cinco de cada diez
niños y niñas iban solos en autobús; ahora, sólo uno de cada diez.
Porque su visión de la ciudad es totalmente diferente a la de las personas adultas; a ellos les interesa poco la gran ciudad, les interesa el barrio, el espacio en el que viven, juegan o van al colegio. No les interesa la gran plaza o el gran parque al que no pueden llegar solos, porque entonces siempre dependen de la persona adulta que frecuentemente se quedará allí mientras
juegan.
Entre el pensamiento infantil y el adulto hay muchas diferencias pero éste se impone sobre aquél sin molestarse en conocerlo. Hay más identidades entre personas de culturas distintas que entre personas de edades distintas en la
misma cultura. Los intereses y la forma de pensar de la infancia y de la edad adulta son los más divergentes.
Los niños son los más alejados de los adultos, por eso hay que tomarlos como referencia. Tienen más en común un adulto musulmán y otro cristiano, uno asiático y otro europeo, que un niño y un adulto de la misma familia. Hay mayor separación y diversidad en la forma de pensar y en los intereses.
Porque son ciudadanos con derecho al presente. Si cuando somos mayores pretendemos disfrutar de cada momento en cada día, ¿por qué esto no vale para nuestros hijos cuando son pequeños? Es falaz decir que ya tendrán tiempo; seguro que lo tendrán, pero para otras cosas y en todo caso para verlas, vivirlas, aprenderlas o disfrutarlas desde otra edad y desde otra
perspectiva.
Porque su forma de razonamiento es diferente a la de los adultos. No le interesa el conjunto, ni los problemas más grandes porque tampoco él se siente responsable de ellos, le interesa aquello que resuelve sus problemas y sus carencias.
Porque casi todos estamos dispuestos a ser generosos con nuestros hijos o nietos y a renunciar a determinadas cosas porque los queremos. Se puede escuchar a personas que dicen que no les importa lo que diga el Alcalde; menos, si lo que les propone es dejar su coche en casa, mientras él va a todos los sitios con el suyo. A pesar de eso es difícil oír a alguien que prefiere su coche a su hijo o a su hija.
Porque una sociedad que realmente se preocupa de la infancia y es capaz de pensar en ella a la hora de hacer la ciudad es una sociedad que está construyendo su futuro con seriedad. No porque los niños sean el futuro, sino porque son las personas que más tarde deberán tomar decisiones y conviene que lo hagan en las mejores condiciones.
Porque si somos capaces de contemplar y tener en cuenta las necesidades de los niños y de las niñas, como un colectivo débil y con necesidades especiales, no tendremos dificultad en atender las necesidades de las personas mayores o con alguna discapacidad, porque en muchos aspectos son idénticas a las de los más pequeños.
Porque hay que educarles en la responsabilidad colectiva e implicarles en la realización de unos espacios y unas ciudades que ahora ellos no reconocen como suyas; y, además, porque a participar sólo se aprende participando, no con lecciones teóricas; aquí sólo vale la acción directa. (R. Hart: “La participación de los niños en el desarrollo sostenible”).
Dos posibles soluciones Ante los problemas que hay en las ciudades y en las calles, caben dos alternativas:
- La privada: la casa refugio o búnker. En la que cualquier niño o niña tiene de todo, “se siente seguro”, juega con su consola, sus juguetes, ve la televisión, pone un vídeo, etc.
- La social: repensar la ciudad desde otra perspectiva que permita mayor autonomía a los más pequeños.
¿Qué es “La ciudad de los niños?
Es una propuesta urbanística y cívica, es un programa de acción política, más que un programa educativo y escolar como se ha dicho anteriormente.
“La ciudad de los niños” es aquella ciudad que los adultos estamos dispuestos a construir, cambiar o transformar con los niños; no la que nosotros, adultos, hacemos para ellos porque creemos saber lo que les conviene y lo que necesitan para hacerse mayores.
Es la ciudad en la que el niño y la niña son tenidos en cuenta y participan en lo que le afecta, no únicamente porque sea bueno en sí mismo, sino también porque tienen derecho a ello. Así lo recoge la Convención de los Derechos del Niño de Naciones Unidas, aprobada el 20 de noviembre de 1989; así lo ratificó literalmente el Parlamento Español en 1990, y así lo
reflejan diferentes leyes de los Parlamentos regionales. La Comunidad de Madrid aprobó en 1995 la Ley de Garantías
de los Derechos de la Infancia y la Adolescencia de la Comunidad de Madrid, donde se refiere de forma amplia a la
necesidad de que los niños participen en las cosas que les afectan. Cabe preguntarse, ¿les afecta un Plan de Urbanismo?
Es la ciudad en la que las personas adultas bajamos el punto de vista a la altura de los niños, para darnos cuenta de sus inseguridades y miedos cuando van por la calle, o de sus dificultades para ver por encima de un coche mal aparcado, o para andar por una acera frecuentemente invadida por los automóviles.
Es aquella ciudad en la que los adultos consideramos al niño por lo que es en ese momento y no por lo que va a ser; lo consideramos como una persona con presente, aunque no vote, no sólo con futuro; lo consideramos un ciudadano
con derecho a participar.
Es la que acepta la diversidad intrínseca de los niños y niñas como garantía de todas las diversidades que existen en la sociedad. Es aquella que estimula su desarrollo como persona en una etapa decisiva de su vida; la que promueve su autonomía y su seguridad, y con ella la de todas las demás personas.
La ciudad de los niños es la que favorece la exploración de lugares en compañía de otros iguales, estimulando así su inteligencia y su creatividad. Es aquella que escucha con atención lo que dicen y quieren los niños y las niñas, porque su frescura, su diferente forma de observar los problemas y de razonarlos nos puede ayudar a los mayores a resolverlos. “La ciudad de los niños”, como dice Francesco Tonucci, ”no es un proyecto para los niños, es un proyecto para la ciudad”.