Seleccionar página

Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa.
Albert Camus.

Algunas veces, el esfuerzo no se corresponde con los logros obtenidos. Esta es una realidad que muchas interinas e interinos están acostumbrados a vivir y que pretendemos reflejar en este escrito.
Nos gustaría realizar una descripción de la realidad lo más general y objetiva posible, pero es evidente que hay tantas realidades como personas interinas. Lo que vamos a contar estará condicionado por nuestras experiencias y vivencias, como no puede ser de otra manera, puesto que no se puede hablar de lo que no se conoce, vive o experimenta.
Aún así, estas experiencias coinciden con las experiencias de otras personas que hemos conocido. Por suerte, pues su situación nos ha llevado a trabajar con estos interinos, o por desgracia, porque a pesar de su capacidad, brillantez o aptitud pedagógica siguen enfrentándose a este injusto proceso, con resultados que afectan tanto a su vida personal como laboral.
Estos docentes tienen que enfrentarse a un concurso oposición, lo que implica:
– Por un lado, un concurso de méritos, es decir, parte de la nota final dependerá de los puntos obtenidos por experiencia y formación.
Esta idea no está mal de entrada, es lógico querer maestros y maestras formados y con experiencia. Otra cosa es el qué y el cómo se valoran. Así, unos cursos on line cuentan lo mismo que tener un doctorado. Cuentan las carreras universitarias, los idiomas, pero no la participación en grupos de trabajo, seminarios, investigaciones, etc. A pesar de que la LOMCE, en su artículo 91 Funciones del profesorado, establece: La investigación, la experimentación y la mejora continua de los procesos de enseñanza correspondiente.
Estos méritos se han convertido además, en meritocracia, llegando a generar un gran negocio en torno a universidades privadas y academias a las que no todas las personas tienen igualdad de acceso.
También cuenta la experiencia, aspecto que ha generado gran polémica. Pero no es ilógico contar con la experiencia, debemos tenerla en cuenta, al igual que los derechos laborales de los interinos antiguos. Lo que sí es irracional es hacer competir a personas sin experiencia con personas con ella pues están en diferente situación y, en consecuencia, hacerles competir siempre va a generar situaciones injustas, para unos o para otros.
– Por otro lado, está el examen de oposición, que decidirá quién es apto y quién no para obtener la plaza.
Esta fase se divide en dos partes, una escrita y otra oral. Partes muy relativas pues, a pesar de existir unos criterios para su valoración, dependen mucho de cada tribunal, compuesto por personas diversas. Esto puede gustar mucho puesto que los forman personas dispares con diferentes experiencias, conocimientos e ideas pero aquel examen que en un tribunal es considerado como excelente, en otro puede considerarse nefasto. Lo cual, nos lleva a situaciones injustas puesto que la nota, a veces, depende del tribunal que te ha tocado.
Además, muchas veces los tribunales están nombrados por sorteo y no son voluntarios, aportando un sueldo irrisorio y sin el acondicionamiento adecuado ( el proceso suele realizarse en verano y algunos centros no están preparados para soportar el calor). Estas situaciones provocan la desmotivación.
Asimismo, cabe destacar que no es la mejor fórmula para apreciar la aptitud pedagógica, eje central de la actividad docente, y que requiere de otro tipo de pruebas que permitan evaluar no solo la teoría, muchas veces centrada, por demás, en la reproducción memorística y sin proyección práctica.

Muchas personas interinas, pasan este examen todos los años, incluso no consiguiendo la plaza por décimas o centésimas. Se vuelven a examinar continuamente del mismo temario que ya han demostrado dominar. Y su situación se agrava debido a que los recortes en educación han disminuido el número de plazas notablemente.
A nivel personal, cada dos años paran su vida para estudiar. Después de una dura jornada laboral, comienzan la jornada de estudio. Por no hablar de las maravillas de horarios que tienen aquellas personas con responsabilidades familiares: hijos/as, personas hospitalizadas, dependientes… Olvidándose de la alegría, de las relaciones y de vivir, desgastándose día a día y agotándose en el intento… Siendo resilientes. Reconstruyendo sus pedazos y, como el ave fénix, volviendo a renacer de sus propias cenizas para volver a intentarlo.
A nivel laboral, su trabajo depende de una lista, que deben ir mirando día a día para evitar ser expulsados del sistema, aunque sea para una sustitución breve. Se enfrentan a despidos al finalizar el curso (a pesar de trabajar igual y asumir las mismas funciones que el personal funcionario), cambios de centro continuos, infravaloración de sus méritos (no se reconocen sus sexenios ). Trabajan con nula libertad de cátedra, puesto que tienen que llevar a cabo, sin voz ni voto, planes, programaciones y utilizar libros de texto impuestos por otros compañeros, a pesar de que la Constitución, en sus artículos 20 y 27, reconoce este derecho.

La Educación es emancipadora. Sin embargo, en el caso de las personas interinas puede llegar a ser un yugo o una cadena, difícil de romper.

Grupo de Atención a la Diversidad