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Editorial 40 Escuela de Verano: La luz de las palabras

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En un principio fueron los mitos que relatan, explican y revelan la urdimbre del mundo.

Y los cuentos que relatan, explican y revelan la urdimbre de cada ser humano.

Al amor de la lumbre, regalo civilizador del Titán Prometeo, el anciano de la tribu relataba el origen del mundo. Y al amor de la lumbre se les contaban cuentos a los niños y al auditorio que se calentaba. La lumbre caldea y el relato ilumina. Ilumina la sombra del miedo.

El terror se apodera de Pulgarcito y sus hermanos al saberse perdidos en el bosque, en mitad de la noche, en las sombras, cuando Pulgarcito se sube a un pino y ve una luz, esta se revela como salvadora, como un faro en mitad de la tempestad.

En Las mil y una noches, Sherezade espanta las sombras y fantasmas del sultán, busca la aurora. Nos avisa de que el relato es salvador y liberador. Que la Literatura ayuda, y da voluntad transformadora.

Sherezade es un candil que deshace las tinieblas al decir:

“Estos son los cuentos de la aurora

que acaban ahora.”

A lo largo de los tiempos los poetas han sido para las sociedades en las que han vivido llamas luminosas, luces que clarifican e iluminan, siempre memorables. Hace 500 años salió a la luz la II parte de El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha y Cervantes nos relata cómo la sombra, el miedo y la noche convierten en fantasmas lo que es pura realidad. Así le sucedió a Don Quijote y a Sancho en la aventura de los batanes.

También hace 500 años que nació Santa Teresa llama de amor viva. Hebrea, valiente, reformadora, siempre temerosa de la hoguera de la inquisición.

En el alba de la lectura de la literatura, necesitamos al crítico, que ve la luz interna de la obra como detective que escribe las huellas, señales y recorridos de las palabras. El texto literario está muerto. Es el ojo lector que es polícromo el que va dando luz a las sombras que son las letras. El ojo del lector que lee en voz alta, va iluminando el texto y el oído del oyente alza al aire y a la luz las imágenes vivas del relato.

En este mundo sombrío, donde la escuela vive oculta y opaca, es menester que los maestros y maestras para salvarla de su defunción, griten como gritó Goethe ante la muerte que ya se le avecinaba: ¡LUZ, MÁS LUZ!

Federico Martín Nebras